Imagina que tienes un asistente personal siempre disponible, capaz de corregir tu redacción al instante, buscar información en un parpadeo o hasta sugerirte ideas para tu próximo proyecto.
Su nombre es ChatGPT y, desde su irrupción, muchos ya no conciben la vida sin él. Pero, ¿qué ocurre cuando delegamos demasiado en esta inteligencia artificial?
Un reciente estudio del MIT sugiere que nuestro cerebro podría tomarse un descanso demasiado prolongado, y no precisamente de vacaciones.
¿Qué hizo el MIT y cómo lo midió?
La Dra. Nataliya Kosmyna y su equipo reclutaron a 54 estudiantes universitarios, divididos en tres grupos: un grupo ‘solo cerebro’, otro con acceso a un buscador y un tercero con ayuda de ChatGPT.
Durante varias sesiones, los participantes escribieron ensayos estilo examen de ingreso, mientras llevaban cascos de electroencefalografía (EEG) que medían la actividad neural en diferentes frecuencias.
El objetivo no era solo cuantificar palabras por minuto, sino descubrir qué sucedía en sus redes cerebrales.
Resultados sorprendentes
Los datos mostraron que quienes confiaron en ChatGPT mostraron hasta un 55 % menos de conectividad neural frente al grupo sin herramientas y un 48 % menos respecto al que utilizó un buscador.
Esta desconexión se tradujo en una codificación más superficial de la información: menor recuerdo del contenido y una sensación de “no sentir propio” lo escrito.
En otras palabras, del mismo modo que entrenar solo con pesas ligeras puede atrofiar tu fuerza, delegar en la IA parece adormecer nuestro músculo cognitivo.
Límites que invitan a prudencia
Antes de proclamar el fin de la inteligencia humana, es vital matizar. El estudio, publicado como preprint, aún no ha pasado la revisión por pares. La muestra es relativamente pequeña y las pruebas se centraron exclusivamente en la escritura de ensayos.
¿Se repetirían esos resultados en otras tareas, como resolver problemas matemáticos o diseñar un plan de marketing? La respuesta aún está por llegar.
Efectos psicosociales y emocionales
El interés por entender cómo nos afecta la IA no se limita a la actividad cerebral. Otra línea de investigación del propio MIT Media Lab exploró cómo la forma de comunicarse con un chatbot (ya sea por texto, con voz neutra o con una entonación más atractiva) influye en nuestra percepción de compañía.
Lejos de medir ondas cerebrales, este estudio apuntó a que interactuar con estas voces digitales puede reducir la sensación de soledad, pero también generar cierta dependencia emocional.
Memoria de trabajo y funciones ejecutivas
Una amplia revisión de publicaciones en MDPI (un portal para acceder a publicaciones científicas) analizó cómo los chatbots afectan la atención y la memoria de trabajo.
Los hallazgos fueron dispares: en escenarios controlados, la IA mejoraba nuestra capacidad para reorganizar información o concentrarnos en tareas fragmentadas.
Sin embargo, estos beneficios no siempre se trasladaban a entornos reales, donde las distracciones y la presión de tiempo añaden variables inesperadas.
Chatbots en la oficina y en el aula
El respaldo en lo laboral
En un estudio reciente publicado en Nature, los autores examinaron el uso de ChatGPT en contextos profesionales.
Descubrieron que la personalidad “casi humana” de estos sistemas y su entrenamiento continuo podían acelerar el aprendizaje de nuevas herramientas o procedimientos.
Sin embargo, alertaron de que un uso indiscriminado podía crear una falsa sensación de competencia, donde el trabajador deposita más confianza en la IA que en su propio juicio.
Un profesor virtual con salvedades
Por otro lado, encuestas a estudiantes de grado muestran que más de un tercio recurre ya a ChatGPT para estructurar trabajos o resolver dudas.
Muchos valoran el ahorro de tiempo y la claridad, pero un número similar reconoce miedo a perder la capacidad de análisis crítico. El planteamiento es claro: si el chatbot hace el 80% del trabajo, ¿cómo ejercitamos ese 20% restante que forja la comprensión profunda?
La paradoja de la “atrofia cognitiva”
En un artículo publicado en PubMed Central, algunos investigadores acuñaron el término “atrofia cognitiva inducida por chatbots de IA” (AICICA). Comparan este fenómeno con la “pereza digital” que surge al dejar de memorizar datos porque “todo está en Google”.
La dependencia excesiva de la IA podría erosionar nuestra flexibilidad mental, volviéndonos menos capaces de improvisar o afrontar retos inéditos. Y, quizá lo más preocupante, estas alteraciones podrían instaurarse sin que nos demos cuenta.
Claves para un uso equilibrado de los chatbots
¿Debemos renunciar a estos asistentes virtuales? Nada más lejos de la realidad: los chatbots son herramientas poderosísimas, siempre que aprendamos a usarlas sin desatender nuestras habilidades. Algunas recomendaciones prácticas:
- Propósito primero: reserva el uso de la IA para tareas mecánicas o de primera aproximación, y deja espacio para el ejercicio creativo.
- Alternancia consciente: intercala sesiones sin ayuda digital, de modo que tu cerebro siga “entrenando”.
- Reflexión posterior: tras usar el chatbot, repasa con tus propias palabras lo aprendido para reforzar la retención.
Con estos hábitos, evitamos caer en la trampa de la comodidad y mantenemos vivo el diálogo interno que impulsa el pensamiento.
¿Qué podemos concluir de estos estudios?
El estudio del MIT abre la puerta a alarmas legítimas: ceder demasiado terreno a la IA puede traducirse en menor esfuerzo mental, aprendizaje superficial y pérdida de autonomía crítica.
Sin embargo, otros trabajos señalan oportunidades: en entornos donde la información es ingente, los chatbots pueden filtrar ruido y ayudarnos a concentrarnos en lo esencial.
La clave reside en el contexto y el grado de dependencia. Para tareas rutinarias, la IA es un aliado brillante; cuando abordamos retos creativos o de alto nivel cognitivo, el verdadero protagonista debe seguir siendo nuestro propio cerebro.
Solo así lograremos un equilibrio entre la eficiencia tecnológica y el desarrollo de nuestras capacidades más auténticamente humanas.