Un día cualquiera de mayo de 2025, empleados de Builder.ai encendieron sus ordenadores solo para descubrir que la empresa que había prometido cambiar el mundo del desarrollo de software estaba al borde del colapso. 

En cuestión de minutos, correos internos anunciaban despidos masivos, mientras clientes y socios miraban con incredulidad cómo se desmoronaba el sueño de la “IA que hace todo”. 

¿Cómo una compañía valorada en más de 1.300 millones de dólares llegó a este punto? La respuesta radica en promesas desmedidas, un modelo de negocio opaco y una gestión financiera que resultó ser tan débil como sus aparentes algoritmos.

Orígenes y promesas que cautivaron al mercado

Builder.ai nació en Londres en 2016 con una misión ambiciosa: permitir que cualquiera, sin un solo conocimiento de programación, pudiera crear aplicaciones personalizadas. 

La pieza central de su discurso fue “Natasha”, una asistente virtual que supuestamente utilizaba inteligencia artificial para traducir las ideas de los usuarios en líneas de código.

La narrativa era perfecta: eliminar barreras técnicas, acelerar lanzamientos y reducir drásticamente costos.

Esta promesa atrajo la atención de fondos de inversión de renombre. Microsoft, Insight Partners y el fondo soberano de Qatar depositaron más de 450 millones de dólares en la empresa, impulsando su valoración hasta superar los 1.300 millones. 

En pocas palabras, Builder.ai era el epítome de la llamada “startup unicornio”: innovación disruptiva, crecimiento explosivo y un aura tecnológica casi mítica.

La verdad tras el velo: 700 ingenieros en la sombra

Sin embargo, detrás de la retórica futurista se ocultaba un funcionamiento mucho más mundano. En lugar de una sofisticada red neuronal escribiendo código, Builder.ai recurría a un ejército de alrededor de 700 ingenieros repartidos en India. 

Contratados mediante subcontratistas, estos profesionales eran los responsables reales de crear las aplicaciones, línea por línea, mientras la empresa proclamaba que todo era obra de “Natasha” y sus algoritmos.

La filtración de esta información por medios como Business Today y The Register destapó el engaño. Para inversores y clientes, el golpe fue doble: no solo se sentían defraudados, sino que se cuestionaban la transparencia de la empresa. 

Builder.ai intentó matizar su comunicación y reconocer la labor humana detrás de su plataforma, pero la confianza ya estaba erosionada.

Red flags financieras: de los préstamos impagables a la quiebra

Más allá de la falta de claridad tecnológica, la situación financiera de Builder.ai era cada vez más inestable. En 2023, la compañía obtuvo un préstamo crucial de 50 millones de dólares de Viola Credit, pero pronto incumplió las condiciones establecidas. 

En mayo de 2025, Viola Credit ejecutó una cláusula de rescisión y embargó 37 millones de las cuentas de Builder.ai, dejándola con unos raquíticos 5 millones en efectivo.

La situación se agravó cuando quedó claro que los fondos restantes, retenidos en cuentas en India, estaban congelados por restricciones regulatorias. 

A esto se sumó la corrección de los ingresos: las cifras reportadas para 2023 pasaron de 180 millones a apenas 45 millones de dólares, y las proyecciones de 220 millones fueron recortadas a 55 millones.

Estos ajustes, impulsados por el nuevo CEO Manpreet Ratia, dejaron al descubierto que bajo la gestión de Sachin Dev Duggal, cofundador y exdirector ejecutivo, se habían inflado las cifras de ingreso.

En marzo de 2025, Duggal fue reemplazado por Ratia, un socio gerente de Jungle Ventures, en un intento desesperado por recobrar la confianza de inversores y salvar la empresa.

No obstante, el 20 de mayo de 2025, Ratia anunció formalmente el inicio de procedimientos de insolvencia, citando “decisiones pasadas que tensionaron irreparablemente las finanzas”.

Consecuencias para empleados, clientes e inversores

En su punto más álgido, Builder.ai empleó a más de 1.000 personas en todo el mundo. Tras varios recortes previos, la plantilla se había reducido a 770 empleados, muchos de los cuales fueron despedidos de inmediato cuando se hizo oficial la quiebra.

Además, Builder.ai arrastraba deudas millonarias: debía 85 millones de dólares a Amazon por servicios en la nube y 30 millones a Microsoft por licencias y asociación estratégica.

Para los clientes, en su mayoría startups y pequeñas empresas, el cierre fue un golpe de gran impacto. Muchas dependían de la plataforma para el mantenimiento y evolución de sus aplicaciones. 

De la noche a la mañana, se vieron obligadas a migrar datos, contratar nuevos proveedores o incluso rediseñar por completo sus productos, asumiendo costos adicionales y retrasos en sus proyectos.

Los inversores quedaron con las manos vacías: la valoración que superaba los mil millones de dólares se esfumó casi por completo. 

El caso de Builder.ai se convirtió en un ejemplo clásico de inversión impulsada por el “FOMO” (Fear Of Missing Out), donde el miedo a quedarse atrás en la ola tecnológica ofuscó la debida diligencia.

Lecciones y reflexiones para la industria tecnológica

El derrumbe de Builder.ai generó una ola de comentarios en redes sociales y foros del sector. 

En plataformas como X (antes Twitter), el ingeniero de datos KirkDBorne ironizó: “Builder.ai terminó codificando su propia tumba. ¿IA? Más bien, un ejército de freelancers en India y malas decisiones”. Incluso llegó a compararlo con el fraude de la startup de salud Theranos. 

Otros analistas destacaron que las autoridades federales investigan acusaciones de falsificación de ingresos por alrededor de 60 millones de dólares, fruto de facturas infladas y transacciones ficticias con socios en India.

La historia de Builder.ai deja varias enseñanzas:

  • Transparencia ante todo: En un sector tan sensible como la IA, la credibilidad es un activo clave. Prometer una tecnología que, en la práctica, no existe puede ser catastrófico.
  • Gestión financiera rigurosa: El crecimiento rápido es tentador, pero sin controles y auditorías sólidas, las cifras pueden inflarse artificialmente, detonando una crisis.
  • Inversión fundamentada: Los inversores deben ir más allá del “hype” y analizar la viabilidad real, los procesos internos y los riesgos regulatorios de cada startup.

El futuro del low-code y la IA tras el colapso

A pesar del fracaso de Builder.ai, el mercado de plataformas low-code y no-code sigue ganando terreno. 

Se estima que este año este sector superará los 26.000 millones de dólares, impulsado por la necesidad de empresas de todo tamaño de acelerar el desarrollo de aplicaciones sin depender de costosos equipos de programadores.

No obstante, el caso de Builder.ai ha dejado una marca indeleble: los usuarios y las organizaciones ahora exigen mayor transparencia, garantías de que la IA cumple lo que promete y prácticas éticas sólidas. 

En un entorno post-Builder.ai, cualquier empresa que afirme estar “impulsada por IA” sabe que será sometida a un escrutinio más riguroso.