En abril de 2025, ChatGPT logró más de 5,000 millones de visitas en un solo mes, convirtiéndose en el quinto sitio más visitado del mundo. Por ende y por primera vez en décadas, Google, Wikipedia y YouTube están experimentando caídas de hasta el 6%.
Mientras ChatGPT se convierte en el «nuevo Google» para millones de usuarios —que prefieren preguntarle directamente a la IA en lugar de navegar por páginas web—, surge una pregunta crucial: ¿Estamos presenciando el fin de internet como lo conocemos?
La web, construida durante años sobre enlaces, publicidad y contenido generado por usuarios, ahora enfrenta su mayor desafío: la inteligencia artificial que amenaza con devorar el modelo que la alimenta.
¿Cómo llegamos aquí? ¿Quiénes son los ganadores y perdedores de esta revolución? Y lo más importante: ¿sobrevivirá la internet abierta?
¿Por qué la gente prefiere preguntarle a la IA?
Mientras ChatGPT crece un 15% mensual, los buscadores tradicionales se desploman. Bing perdió 18% de usuarios en un año, Yahoo un 11%, y Google —por primera vez en su historia— vio caer las búsquedas en Safari. Pero, ¿qué hace a la IA tan irresistible?
La magia está en la inmediatez.
Imagina buscar «¿Cómo preparar hummus sin tahini?» En Google, debes abrir 3 o 4 enlaces, comparar recetas y publicidad intrusiva.
ChatGPT te da la respuesta exacta en segundos, incluso ajustando ingredientes. Según SimilarWeb, el 75% de las consultas con IA no requieren clics externos; la gente obtiene lo que necesita sin salir de la pantalla.
Adiós a los resultados genéricos.
«Google muestra lo mismo para todos; ChatGPT entiende matices», explica un usuario que le pide a la IA desde «explicar la teoría cuántica como si tuviera 5 años» hasta «escribir un correo profesional con tono empático».
Sam Altman, CEO de OpenAI, lo confirma: «Los millennials la usan como coach de vida; los boomers, como un Google mejorado».
El resultado
Una generación acostumbrada a respuestas personalizadas y sin anuncios ya no tolera el modelo antiguo. La pregunta ahora es: ¿qué pasará con los sitios web que antes visitaban?
¿Quiénes están en crisis por la IA?
El impacto de ChatGPT se siente con especial fuerza en los medios tradicionales, donde el 40% de su tráfico históricamente provenía de Google. Hoy, ese flujo vital se está secando. Grandes conglomerados como Axel Springer y News Corp han optado por firmar acuerdos millonarios con OpenAI, recibiendo compensaciones que oscilan entre los 5 y 250 millones de dólares por licenciar su contenido.
Se trata de una solución temporal, pero reveladora: incluso los gigantes mediáticos reconocen que el modelo tradicional está en peligro. Mientras tanto, los pequeños creadores enfrentan un panorama aún más desolador.
Sin poder negociar con las grandes empresas de IA, blogueros y sitios independientes ven cómo su tráfico y sus ingresos por publicidad se evaporan. No tienen salvavidas sino la cruda realidad de un ecosistema digital que depende menos de sus contribuciones.
Hasta Wikipedia, ese bastión de la información libre, ha sufrido las consecuencias: en solo un mes perdió el 6% de sus visitas, un golpe significativo para un proyecto que depende en un 70% del tráfico que le envía Google.
¿Quién alimentará a la IA si la web desaparece?
Los datos son contundentes: según el Brookings Institute, el 75% de las búsquedas realizadas mediante IA no generan ni un solo clic a los sitios web originales.
Esto crea un círculo vicioso: menos tráfico significa menos ingresos para los creadores de contenido, lo que lleva a menos actualizaciones y, eventualmente, a una web cada vez más estéril.
El peligro es claro. Si los sitios independientes, los medios especializados y hasta proyectos colaborativos como Wikipedia siguen perdiendo visitas, la IA se quedará sin el flujo constante de información fresca que necesita para mantenerse relevante.
¿De qué servirá un modelo lingüístico avanzado si sus respuestas se basan en datos obsoletos o incompletos? La ironía es palpable: la tecnología que prometía democratizar el conocimiento podría terminar destruyendo el ecosistema que la hace posible.
Por ende, se plantea una pregunta incómoda pero inevitable: si la IA sigue este camino, ¿qué quedará para alimentarla en el futuro?
Cómo están reaccionando las empresas al tsunami de la IA
Google, viendo amenazado su reinado, ha lanzado su propia IA de búsqueda, aunque con resultados controvertidos: mientras ofrece respuestas instantáneas, ha reducido entre un 70% y 80% los clics a sitios externos.
Meta sigue un camino similar, integrando chatbots en todas sus plataformas. Son cambios radicales que demuestran una verdad incómoda: hasta los gigantes tecnológicos están siendo forzados a reinventarse.
Algunos medios tradicionales han optado por la diplomacia financiera. News Corp, editor de The Wall Street Journal, aseguró un acuerdo de 250 millones de dólares con OpenAI, mientras que Axel Springer (dueño de Business Insider) negoció entre 25 y 30 millones.
Para los creadores independientes, la estrategia es diferente pero igualmente urgente. Muchos están pivotando hacia contenido profundamente original —reportajes de investigación, análisis especializados— que la IA no puede replicar fácilmente.
Otros exploran modelos de suscripción o comunidades privadas, donde el valor no está en los clicks sino en las conexiones humanas.
¿Qué será del futuro de internet?
El auge de la IA nos enfrenta a una disyuntiva crítica: eficiencia versus preservación del ecosistema digital. ChatGPT y similares ofrecen respuestas rápidas, pero su éxito podría vaciar la web de los contenidos que los alimentan.
Grandes medios negocian su supervivencia con acuerdos millonarios, mientras creadores independientes luchan por reinventarse. El verdadero desafío no es tecnológico, sino de modelo: cómo mantener viva una internet diversa cuando la IA centraliza el conocimiento.
La solución podría estar en equilibrar ambas fuerzas: aprovechar la inteligencia artificial sin ahogar las fuentes que la hacen posible.
El futuro de internet dependerá de que valoremos el acceso inmediato y de apoyar a quienes generan el contenido. En este cruce de caminos, una cosa es clara: la web que conocimos está mutando, pero su esencia aún puede salvarse si actuamos con conciencia.