Entrenar sistemas de inteligencia artificial consume tanta energía que Meta, Google o Amazon ahora miran hacia una fuente inesperada: centrales nucleares. El reciente acuerdo de Meta con Constellation Energy es la prueba.
La compañía dueña de Facebook e Instagram acaba de firmar un contrato a 20 años para alimentar sus centros de datos con electricidad generada en la planta nuclear Clinton de Illinois, salvando así una instalación que iba a cerrar en 2017.
Este movimiento no es un gesto aislado. Detrás hay una realidad incómoda: la IA es voraz en energía. Según Goldman Sachs, su demanda eléctrica podría multiplicarse por 160 para 2030.
Las renovables, aunque limpias, no ofrecen la estabilidad que necesitan los servidores que procesan datos día y noche. ¿La solución? La energía nuclear resurge como un salvavidas ya que produce electricidad constante, sin emisiones directas de CO₂, y a gran escala.
La demanda energética de la IA
Según un informe de Goldman Sachs, la demanda de electricidad vinculada a la IA podría multiplicarse por 160 para 2030. Para ponerlo en perspectiva, sería como añadir el consumo eléctrico de un país como Argentina o Polonia en apenas cinco años.
El problema es que las energías renovables, aunque limpias, tienen una limitación clave: dependen del sol y el viento. Un centro de datos no puede permitirse interrupciones porque el cielo esté nublado o no sople el viento.
La IA funciona 24/7, y su infraestructura necesita un suministro constante y predecible. Aquí es donde entra la energía nuclear. No se trata de que a las grandes tecnológicas les encante esta opción, sino de que simplemente no tienen alternativa viable a corto plazo.
La nuclear ofrece lo que las renovables no pueden garantizar: energía estable, masiva y disponible en cualquier momento. Mientras el mundo busca soluciones más limpias a largo plazo, la fisión surge como solución para alimentar a la IA sin colapsar la red eléctrica.
Nuclear 101: ¿Por Qué Atrae a las Tech?
Para las grandes tecnológicas, la energía nuclear no es una opción, sino una necesidad estratégica. Tres razones lo explican: estabilidad, limpieza y eficiencia.
Mientras un parque eólico depende del viento y una planta solar se apaga al anochecer, un reactor nuclear funciona sin pausa, generando energía constante las 24 horas del día. Esto es vital para centros de datos que no pueden permitirse ni un segundo de inactividad.
La energía nuclear no emite CO₂ durante la generación de electricidad, lo que ayuda a empresas como Meta a cumplir sus metas de carbono neutralidad. Un solo reactor produce tanta energía como miles de paneles solares, pero ocupando una fracción del espacio.
¿Cómo se compara con otras fuentes? Mientras el gas natural es estable pero contaminante, y las renovables son limpias pero intermitentes, la nuclear ofrece el equilibrio que las tecnológicas necesitan: energía masiva, fiable y con menor huella ambiental.
No es perfecta, pero hoy es la opción que mejor resuelve su dilema energético.
Cuando los gigantes digitales apuestan por la energía atómica
La carrera nuclear de las tecnológicas va mucho más allá de Meta. Google ha puesto sus fichas en los reactores modulares (SMR), firmando acuerdos con Kairos Power para desarrollar plantas más pequeñas y seguras.
Amazon, por su parte, ha invertido en startups como X-energy, que prometen reactores de nueva generación con diseños innovadores.
Pero el movimiento más audaz lo hizo Microsoft: se convirtió en la primera gran tech en reabrir una central nuclear cerrada, resucitando infraestructura abandonada para alimentar su nube de IA.
El patrón es claro: ninguna de estas empresas está construyendo sus propias plantas. En cambio, forman alianzas estratégicas con especialistas energéticos, combinando su poder financiero con décadas de experiencia nuclear.
Es un matrimonio de conveniencia: las tecnológicas obtienen energía estable y limpia, mientras la industria nuclear recibe el oxígeno financiero que necesitaba.
El renacer nuclear: lejos de los fantasmas del pasado
La energía nuclear que hoy atraen las tecnológicas poco tiene que ver con los reactores del siglo XX. Los nuevos reactores modulares (SMR) son más pequeños, seguros y se ensamblan como piezas de Lego, permitiendo escalar la capacidad según demanda.
Mientras, los reactores de IV Generación usan refrigerantes avanzados como sales fundidas, reduciendo residuos y eliminando el riesgo de meltdowns. Meta ejemplifica esta nueva era.
Su acuerdo no solo compra energía limpia, sino que revitaliza la planta Clinton en Illinois, salvando 1,100 empleos en una instalación que iba a cerrar. Es un modelo win-win: las tech obtienen suministro estable y las comunidades recuperan infraestructuras energéticas.
Este renacimiento nuclear se aleja de los fantasmas de Chernobyl o Fukushima. Los nuevos diseños priorizan seguridad pasiva (sistemas que se apagan solos en emergencias) y eficiencia.
No todo es fisión feliz
Aunque prometedora, la energía nuclear no es una solución perfecta. El alto costo de construcción –que puede superar los $10,000 millones por planta tradicional– sigue siendo una barrera importante, incluso para las gigantes tecnológicas.
Los reactores modulares (SMR) prometen reducir estos gastos, pero aún están en fase de desarrollo. Otro dolor de cabeza es la gestión de residuos radiactivos. Aunque los nuevos diseños generan menos desechos, el problema persiste sin una solución definitiva.
Además, los proyectos enfrentan obstáculos burocráticos y rechazo social, como cuando Meta tuvo que pausar un plan en Idaho por conflictos ambientales.
Para las tecnológicas, el reloj corre: necesitan energía limpia y estable ahora, pero la nuclear viene con plazos largos y riesgos. Su apuesta es clara, pero el camino está lleno de fisuras que podrían ralentizar esta revolución atómica 2.0.
¿Es realista el futuro nuclear-tech?
La apuesta nuclear de las tecnológicas responde a una ecuación simple: necesitan energía masiva, estable y baja en emisiones ahora, no en décadas.
Aunque los reactores de nueva generación resuelven muchos problemas del pasado (seguridad, residuos, flexibilidad), el modelo aún enfrenta desafíos clave: plazos de implementación lentos y altos costos iniciales.
Sin embargo, la urgencia por alimentar la IA está acelerando innovaciones y alianzas impensables hace cinco años. El compromiso financiero de estas empresas podría ser el catalizador que la industria nuclear necesitaba para su reinvención.
No será la solución definitiva, pero sí parece convertirse en el puente inevitable hacia un futuro energético más limpio. La pregunta real no es si funcionará, sino qué tan rápido podrá escalar para satisfacer una demanda que no deja de crecer.