Intel, el gigante de los semiconductores que durante décadas fue sinónimo de innovación y liderazgo en la industria tecnológica, enfrenta hoy una crisis que ha sacudido su posición en el mercado.

Mientras competidores como AMD y Nvidia se frotan las manos con las ganancias, Intel lucha por sobrevivir. Con una caída de más del 38% en el valor de sus acciones en 2024, la compañía se encuentra en una encrucijada.

A pesar de sus esfuerzos por mantenerse relevante en la era de la (IA), Intel parece estar en una situación casi insalvable. ¿La razón? Decisiones tardías y la incapacidad para competir efectivamente en el creciente mercado de la IA generativa.

Cuando Intel se negó a invertir en OpenAI

En 2017 y 2018, Intel tuvo la oportunidad de comprar una participación en OpenAI, que en ese momento era una organización de investigación sin fines de lucro enfocada en la inteligencia artificial generativa.

Durante varios meses, los ejecutivos de ambas compañías discutieron diversas opciones, incluyendo que Intel comprara un 15% de participación por 1000 millones de dólares. También se consideró la posibilidad de que Intel adquiriera una participación adicional del 15% si proporcionaba hardware a OpenAI a precio de costo.

Sin embargo, Intel decidió no seguir adelante con el acuerdo. Parte de la razón fue que el entonces CEO, Bob Swan, no creía que los modelos de IA generativa llegarían al mercado en el corto plazo y, por lo tanto, no pensaba que la inversión se recuperaría rápidamente.

Además, la unidad de centros de datos de Intel no estaba dispuesta a fabricar productos a precio de costo para OpenAI. OpenAI estaba interesada en la inversión de Intel porque habría reducido su dependencia de los chips de Nvidia y le habría permitido construir su propia infraestructura.

Sin embargo, la falta de acuerdo significó que OpenAI continuara utilizando los chips de Nvidia, lo que eventualmente llevó al lanzamiento de ChatGPT en 2022 y a una valoración de aproximadamente 80.000 millones de dólares para OpenAI. Y eso nos lleva al siguiente punto.

Nvidia: Quien da primero da dos veces

Hace algunos años, Nvidia dominó el naciente mercado de hardware para IA gracias a sus potentes GPUs (unidades de procesamiento gráfico). Estas eran (y siguen siendo) especialmente adecuadas para tareas de IA debido a su capacidad para manejar múltiples operaciones en paralelo.

Nvidia reconoció temprano el potencial de la IA y se posicionó como líder al ofrecer no solo hardware, sino también software y acceso a computadoras especializadas. Pronto comenzó a fabricar hardware específicamente dedicado para IA, conocido como aceleradores de IA.

Por años, Nvidia ha invertido talento y dinero en el desarrollo de su plataforma CUDA, que facilita a los desarrolladores la creación de aplicaciones de IA optimizadas para sus GPUs. Esta integración ha sido un factor clave en su éxito.

Intel, por otro lado, ha tenido dificultades para mantenerse al día. No solo no pudo ofrecer GPUs que compitieran con Nvidia en rendimiento y eficiencia energética, sino que también reconoció muy tarde el potencial del hardware especializado para IA.

No fue hasta 2019 que adquirió Habana Labs, lo que le permitió lanzar productos como los chips Gaudi. Sin embargo, estos llegaron al mercado más tarde que los productos de Nvidia, sin haber podido igualar el rendimiento y la eficiencia de los GPUs de Nvidia en muchas aplicaciones de IA.

¿Los resultados? La primera mitad de 2024 ha sido difícil para Intel. Aunque pueden sacar pecho con un crecimiento anual del 5% en su unidad de Data Center y AI, esta es una cifra insignificante en comparación con el crecimiento de tres dígitos en las ventas de Nvidia en el mismo segmento.

El problema de querer hacerlo todo “en casa”

Históricamente, Intel ha sido conocida por mantener “en casa” todas las etapas de diseño y fabricación de sus chips. Sin embargo, este enfoque parece estar retrasando sus intenciones de mantenerse competitiva en el mercado de hardware especializado en IA.

Uno de los principales problemas de Intel ha sido la complejidad y los retrasos en la transición a nuevos nodos de fabricación. En 2020, Intel tuvo que posponer el lanzamiento de sus chips de 7 nm debido a problemas de fabricación, mientras que TSMC ya estaba produciendo en masa chips de 7 nm para clientes como AMD.

Estos retrasos no solo afectaron la capacidad de Intel para competir en términos de rendimiento, sino que también impactaron la eficiencia energética de sus productos.

Los procesos de fabricación menos avanzados de Intel han resultado en chips que consumen más energía y rinden menos que los de la competencia. Por ejemplo, los chips de Nvidia, fabricados por TSMC, han demostrado ser más eficientes en términos de rendimiento por vatio, lo cual es crucial para aplicaciones de IA que requieren un procesamiento intensivo.

La decisión de Intel de continuar con la fabricación interna de sus chips, en lugar de adoptar un modelo “fabless” como Nvidia y AMD, ha resultado en costosos retrasos y problemas de producción.

¿Qué ha estado haciendo Intel entonces?

Si no es en IA, ¿en qué ha invertido Intel su dinero y el talento de sus empleados? ¿Por qué el mercado parece temer por su futuro?

La estrategia de Intel ha sido transformarse de una empresa centrada en CPUs a una compañía de múltiples arquitecturas, además de abrir sus fábricas a los diseños de otras empresas. Ambas son decisiones necesarias, pero arriesgadas y quizás tardías.

Por un lado, Intel ha centrado sus esfuerzos en el Internet de las Cosas (IoT), un área que conecta dispositivos y sistemas a través de la red para mejorar la eficiencia y la automatización.

La compañía ha desarrollado soluciones de hardware y software para aplicaciones de IoT en sectores como la salud, la automoción y las ciudades inteligentes. Este enfoque ha permitido a Intel capturar una parte del mercado de IoT, pero no parece ser suficiente para los inversores.

Por otra parte, Intel ha continuado innovando en sus líneas tradicionales de procesadores para datacenters y PCs. La compañía ha lanzado nuevas generaciones de CPUs y ha mejorado su arquitectura para ofrecer un mejor rendimiento y eficiencia energética.

Y en una faceta más experimental, Intel sigue liderando la carrera por la computación cuántica, un campo emergente con el potencial de revolucionar la tecnología. Sin embargo, la comercialización aún está a años de distancia, lo que significa que estos esfuerzos no han tenido un impacto inmediato en las cuentas de la compañía.

¿Está perdida Intel?

Es aún temprano para saberlo, pero la situación actual de Intel es un recordatorio de cómo una compañía que una vez dominó la industria puede quedarse atrás si no se adapta rápidamente a las nuevas tendencias tecnológicas.

La tardanza en adoptar y competir en el espacio de la IA generativa, junto con decisiones cuestionables en su estrategia de fabricación, ha llevado a la empresa a una pérdida significativa de valor de mercado.

El camino por delante es desafiante, pero no imposible. Intel tiene la capacidad de innovar y liderar una vez más, pero necesita un enfoque claro, decisiones audaces y, lo más importante, tiempo. Tiempo que quizás ya no tenga.