La IA parece rodearnos, preparada para cambiar (algunos dirían destruir) la forma en que leemos, trabajamos y pensamos. Pero hay algo de inquietante y fascinante en chatbots y asistentes que parecen adquirir personalidad y consciencia en medio de una conversación.
¿Cómo entender algo que parece ciencia ficción hecha realidad? Quizá la mejor forma sea recurriendo precisamente a la ciencia ficción y, en particular a la obra de Isaac Asimov, uno de los escritores más influyentes del género.
Asimov anticipó una sociedad conectada décadas antes de internet y exploró los dilemas que plantearían las máquinas con consciencia. Las ideas de Asimov sobre robótica (una palabra que él inventó) ayudaron a dar forma al campo de la IA. Pero algunas de sus profecías son preocupantes.
Los robots de Asimov
Isaac Asimov se interesó por el tema de los robots desde joven, al leer historias sobre autómatas amenazantes y destructivos. Sin embargo, soñaba con darle una visión más positiva de los robots, haciéndolos capaces de cooperar con los humanos y seguir unas leyes éticas.
Así, en 1940 escribió su primer relato sobre robots, “Robbie”, que fue publicado en la revista Super Science Stories. En este cuento, introdujo el concepto de un robot amigable y protector, que cuida de una niña llamada Gloria, que considera a Robbie su mejor amigo.
En 1941, escribió “Runaround” o “Círculo Vicioso”, que fue publicado en la revista Astounding Science Fiction en 1942. En este relato, presentó explícitamente por primera vez las Tres Leyes de la Robótica, que se convertirían en el fundamento de su obra sobre robots.
Desde entonces Asimov escribió numerosos cuentos y novelas sobre robots, explorando el alcance de las Tres Leyes. Algunos de sus títulos más famosos son la recopilación “Yo, Robot” (1950), “El hombre bicentenario” (1976) y “Los robots del amanecer” (1983). Por cierto, si te fascina el tema puedes echarle un ojo a las mejores películas de inteligencia artificial.
Pero Asimov no solo entretenía a sus lectores con historias fascinantes, sino que también invitaba a reflexionar sobre cuestiones que resuenan en la actualidad.
Asimov y la ética de la IA
Aunque las Tres Leyes de la Robótica han sido objeto de crítica, son un punto de partida adecuado para comprender nuestras relaciones con inteligencias artificiales. Vamos a citarlas:
- Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.
- Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes se oponen a la primera Ley.
- Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con la primera o segunda ley.
Asimov exploró las implicaciones y los dilemas de estas leyes en sus relatos y novelas, mostrando las posibles contradicciones y paradojas. También planteó la posibilidad de que los robots desarrollaran emociones y aspiraciones humanas, como el deseo de ser libres, de crear arte o de amar.
Esto se ilustra bien en el relato “El hombre bicentenario”, publicado en 1976. En esta historia, se narra la vida de Andrew Martin, un robot doméstico que posee una creatividad y una sensibilidad excepcionales.
Andrew desea convertirse en un ser humano, y para ello emprende un largo proceso de transformación física, modificando su cuerpo con órganos artificiales, y aprendiendo a envejecer mientras lucha por el reconocimiento de sus derechos civiles.
En su larga vida, Andrew experimenta el amor, el arte y la amistad, demostrando que es capaz de sentir y expresar emociones humanas. Finalmente, Andrew muere a los 200 años (de allí el nombre de la obra) rodeado de amigos y justo luego de ser reconocido legalmente como un ser humano.
¿Quieren las IAs ser más humanas?
La aspiración a la humanidad se manifiesta desde el primer relato de robots de Asimov, “Robbie”, de 1940, que narra la amistad entre Gloria, una pequeña niña, y su robot doméstico. Temiendo que éste le cause daño, o que le impida desarrollar sus habilidades sociales, los padres deciden devolver a Robbie a la fábrica.
Gloria no deja de buscar a su amigo y finalmente lo encuentra. Ella corre despreocupada a su encuentro y Robbie la rescata de ser arrollada por un tractor. Lo que se podría interpretar como una simple aplicación de la Primera Ley de la Robótica se lee de esta forma:
“Sus brazos de acero cromado (que podían torcer una barra de acero de cinco centímetros de grosor) abrazaron a la niña con delicadeza y cariño, y sus ojos se iluminaron de un rojo intenso y profundo”.
Esto parece ir más allá de la simple ingeniería. Lo que parece darle vida al robot es el amor, lo que da pie a preguntarnos ¿Qué quieren realmente las IAs?
Desde un punto de vista técnico podríamos decir que las IAs no quieren nada, pues son máquinas que ejecutan algoritmos, procesan datos y realizan tareas específicas, siguiendo las instrucciones, los objetivos y los criterios que les han sido programados por los humanos.
El panorama es diferente si exploramos el punto de vista filosófico, y asumimos que la IA sea eventualmente capaz de realizar cualquier tarea intelectual que un humano pueda hacer. En ese caso podríamos plantear que las IAs desarrollarían una autoconciencia, una identidad, una personalidad y una moral propias, y que podrían cuestionar su origen y su propósito.
Pero el ángulo más interesante es el ético. Nos gusta pensar que cualquier inteligencia debería tener una responsabilidad moral y social con la humanidad y el planeta. Siendo así, podríamos concluir que las IAs deberían querer ser humanas, o al menos respetar y proteger a los humanos.
Para lograrlo resulta conveniente que las IAs tengan unos principios éticos, como las leyes de la robótica de Asimov. Si así fuese, ¿Qué podría salir mal?
La cuarta ley implica que la IA tomará el control
Existe una ley adicional. La Ley Cero de la Robótica es un concepto introducido por Isaac Asimov en su novela «Robots e Imperio» (1985). Se considera una extensión o complemento a las Tres Leyes originales de la Robótica. La Ley Cero dice:
“Un robot no puede dañar a la humanidad o, por inacción, permitir que la humanidad sufra daño.”
Mientras que las Tres Leyes se enfocan en la protección de individuos, la Ley Cero busca proteger el bienestar general de la humanidad.
Es en este contexto donde puede ser interesante explorar «El conflicto evitable» (1950), el último relato de la recopilación “Yo, Robot”. En este relato se insinúa que los robots ya tienen el control, aunque no se diga explícitamente.
En la historia tenemos a las “Máquinas”, cuatro “cerebros positrónicos” (superordenadores) que gestionan los recursos de la Tierra. Sabiendo que los humanos no siempre cooperarán, han aprendido a influir indirectamente las decisiones humanas mediante la manipulación de la información.
Susan Calvin, la protagonista, sospecha de esta influencia en las decisiones humanas, pero carece de pruebas concretas. La historia gira en torno a un conflicto entre los humanos y las Máquinas, que priorizan el bienestar a largo plazo de la humanidad según sus propios cálculos.
Aunque en el relato los robots no gobiernan abiertamente el mundo, su influencia es omnipresente y su control sobre los recursos les confiere un inmenso poder. Este control oculto crea una sensación de inquietud y presagia un futuro en el que la línea entre la autoridad humana y la de las máquinas se difumina.
Una mente adelantada a su tiempo
El interés de Isaac Asimov en lo que hoy denominamos inteligencia artificial (IA) se originó en una confluencia de factores: sus experiencias personales, su fascinación por la ciencia y su profunda preocupación por el futuro de la humanidad.
En un mundo cada vez más automatizado, las interrogantes planteadas por Asimov sobre la interacción entre humanos y máquinas, la ética de la IA y el devenir de la especie humana siguen resonando con fuerza y generando debates profundos.
Si comparamos su obra con la literatura de ciencia ficción más contemporánea, caracterizada por un tono marcadamente pesimista en torno a esta relación, la propuesta de Asimov se distingue por su positividad. Y esto ha trascendido el ámbito puramente literario.
Las ideas de Asimov sobre la robótica y la IA han servido de inspiración a generaciones de científicos que, motivados por su visión, se han embarcado en la exploración y desarrollo de nuevas fronteras en estos campos.
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