A comienzos de esta semana OpenAI cerró un acuerdo histórico con el Departamento de Defensa de los Estados Unidos (DoD) valorado en hasta 200 millones de dólares.
Esta alianza, que se enmarca en la iniciativa “OpenAI for Government”, no solo reafirma la relevancia de la inteligencia artificial (IA) en la seguridad nacional, sino que también desata una nueva fase de tensión con Microsoft, su principal socio e inversor.
A continuación, descubrimos en qué consiste este pacto, cómo rebalancea la colaboración con Microsoft y qué retos éticos y geopolíticos despierta.
Detalles del contrato con el DoD
El compromiso entre OpenAI y el DoD se extiende hasta julio de 2026 y puede alcanzar un valor máximo de 200 millones de dólares. Su duración aproximada de un año convierte a esta colaboración en uno de los proyectos militares de IA más ambiciosos emprendidos por una firma emergente.
Hasta ahora, la adjudicación de grandes contratos gubernamentales ha sido territorio de compañías consolidadas con vasta experiencia en defensa; la entrada de OpenAI supone, por tanto, un movimiento audaz.
Objetivos principales
El contrato persigue dos líneas de trabajo:
- Modernizar procesos administrativos: OpenAI desarrollará prototipos capaces de agilizar la gestión de datos en adquisiciones, calendario de mantenimiento de equipos y registros médicos.
- Fortalecer capacidades de ciberdefensa: Se explorarán modelos predictivos que identifiquen y neutralicen ciberataques antes de que comprometan infraestructuras críticas.
Aunque la empresa mantiene prohibiciones internas para crear sistemas letales autónomos, persiste la ambigüedad sobre posibles aplicaciones en escenarios de combate.
“OpenAI for Government”: un salto estratégico
El acuerdo no es un hecho aislado, sino la pieza central de la estrategia “OpenAI for Government”. Bajo este paraguas, la compañía ya ha extendido sus servicios (como ChatGPT Gov) al Instituto Nacional de Salud, la NASA, la Fuerza Aérea y el Departamento del Tesoro.
Con cada nuevo cliente, OpenAI afianza su posición en el sector público, donde la demanda de herramientas de IA personalizadas crece sin pausa.
Retos de escala y responsabilidad
Convertirse en un proveedor de referencia conlleva desafíos logísticos y de gobernanza interna. Entre ellos destacan:
- Infraestructura: garantizar el procesamiento seguro de datos sensibles en entornos clasificados.
- Transparencia: definir con claridad los usos permitidos, evitando reproches por aplicaciones polémicas.
- Regulación: cumplir la normativa federal y adaptarse a auditorías de seguridad.
Superar estos obstáculos determinará si OpenAI puede mantener la confianza de las agencias gubernamentales y evitar crisis reputacionales.
¿Por qué esto pone en peligro su alianza con Microsoft?
Desde sus inicios, OpenAI ha evolucionado de la mano de Microsoft, que ha inyectado más de 13.000 millones de dólares y ha suministrado la potencia de cómputo de Azure. Gracias a este apoyo, la compañía ha escalado sus modelos y alcanzado un público global.
No obstante, el contrato directo con el DoD podría interpretarse como un gesto de independencia, lo que pone bajo tensión un vínculo largamente considerado ejemplar en el sector.
Fricciones latentes entre los ahora competidores
Algunos informes apuntan a conversaciones internas en OpenAI sobre posibles demandas antimonopolio contra Microsoft por prácticas restrictivas. También se baraja revisar cláusulas de propiedad intelectual y acceso a futuras innovaciones en la nube.
La falta de un comunicado oficial de Microsoft al respecto solo alimenta la especulación sobre una brecha creciente.
Paralelamente, en abril de 2025, Microsoft logró la autorización para manejar información clasificada en su servicio Azure OpenAI, un hito que reforzó su credibilidad ante el DoD.
Con ambos actores compitiendo por la preferencia del gobierno de EEUU, la balanza podría inclinarse según la calidad, seguridad y coste de sus propuestas. ¿Podrá Microsoft mantener su hegemonía o emergerá OpenAI como rival directo en terreno federal?
Una nueva “guerra fría” tecnológica
El contrato llega en un momento en el que EE. UU. y China compiten por liderar la revolución de la IA. Expertos describen esta pugna como una “guerra fría digital” donde el control de la tecnología equivale a poder estratégico.
Bajo esta perspectiva, el acuerdo de OpenAI refuerza la postura norteamericana pero también subraya la urgencia de establecer normas claras para evitar escaladas militares.
Líneas rojas y debates morales
Hasta enero de 2024, OpenAI mantenía una política estricta que vetaba cualquier uso militar de sus algoritmos. La flexibilización de esta prohibición (limitada a fines defensivos y administrativos) ha sido criticada por quienes alertan de posibles fugas hacia aplicaciones letales.
La pregunta clave es: ¿puede la ética de una empresa tecnológica coexistir con los intereses geopolíticos de sus clientes?
Futuro de la inteligencia artificial en defensa
El contrato de 200 millones de dólares es, a la vez, un hito y un banco de pruebas para la expansión de la IA en el ámbito gubernamental. OpenAI refuerza su perfil como proveedor de confianza, pero afronta el desafío de administrar esta nueva responsabilidad con transparencia y solvencia técnica.
Al mismo tiempo, Microsoft ve amenazada una de sus alianzas más valiosas, lo que podría reconfigurar la colaboración entre ambas compañías.
La industria no se detiene: competidores como Anthropic, Google y Palantir también apuntan a adjudicaciones de defensa, intensificando la carrera por el talento y la innovación.
En este entorno, las decisiones éticas y estratégicas de OpenAI y Microsoft dictarán no solo su propio futuro, sino el rumbo de una tecnología que revoluciona tanto la economía como la seguridad global.